FRANK SINATRA

Vivimos en un mundo de efemérides. Un mundo anclado en el pasado, que idolatra lo muerto. Hace 14 años y 5 días Roger Hering, ciudadano sueco respetado y respetable, miró a su reloj de cuco y descubrió en su interior una gran nada que le dijo que debía ahorcarse en unos baños públicos. Hace 66 años y 6 días, fecha nada casual, Winston Churchill contactó con el brujo Aleister Crowley para que diseñase un símbolo con fuerza mística capaz de derrotar a la esvástica nazi. El símbolo elegido fue la V de Victoria. Podríamos seguir así eternamente, cada día miles de efemérides absurdas. Pero de vez en cuando, una que merece ser recordada. Esta semana se han cumplido 10 años de la muerte de Frank Sinatra. Sí, la muerte, porque en esta cultura morbosa se suele celebrar antes la muerte que la vida, pese a la dificultad que hay luego para mirarla a la cara. 10 años sin el crooner definitivo, el más popular. No fue el primero, título que merecería Russ Columbo, tampoco el clásico, honor que deberíamos atribuir a Bing Crosby. No tenía la voz de Nat King Cole o Tony Bennett, ni el encanto de Dean Martin ni la versatilidad de Sammy Davis Jr.Era bajito, tenía problemas de alopecia y daba la impresión de haber estado desnutrido en su infancia, pero se convirtió en el cantante más popular de la era de los solistas, aprovechando el ocaso de las big bands a causa de las escaseces económicas de los años posteriores a la segunda guerra mundial. Inventó el álbum pop en sus años en Columbia, creando el concepto de LP conceptual, e incluso llegó a ser un buen actor, escogiendo no sólo musicales para sus incursiones cinematográficas, sino papeles arriesgados como el del batería yonki Frankie Machine en El Hombre del Brazo de Oro (The Man With The Golden Arm, 1955) de Otto Preminger. Comenzó a grabar en los años 30 y sus últimas grabaciones seguían vendiendo en 1994 (!), algo que nos da una ligera idea de la longevidad del mito, que aún sigue dando para recopilaciones navideñas, biografías oscurantistas o/y mitificadoras y todo tipo de material más o menos vendible.

La leyenda del crooner es todo un entramado de luces y sombras que van desde el mito de su tabique nasal de plata, causado por sus excesos con la cocaína, sus excesos y gamberradas con el Rat Pack (de las que dimos cuenta en el capítulo dedicado al grupo en Diciembre de 2007) y sus relaciones con las mujeres que llenaron ampliamente las páginas de sociedad de la era, especialmente su amor ciego por la díscola Ava Gardner que le marcó profundamente e inspiró una de sus mejores obras, el disco In The Wee Small Hours, grabado tras divorciarse de la diva. En cuanto a sus relaciones con la mafia darían para varias películas, y de hecho inspiraron buena parte de la película de la mafia por excelencia, El Padrino. Episodios oscuros de la vida de Sinatra como el que Tommy Dorsey vendiera su contrato en exclusividad con el cantante por un dólar y con un cañón de pistola en la boca o como consiguió el papel que le dio el Oscar en De Aqui a la Eternidad (From Here To Eternity, 1953), dieron lugar al personaje de Johnny Fontane en El Padrino, interpretado en el film por un crooner de segunda división como era Al Martino. Sinatra presentó a Kennedy a la que sería su amante, Judith Campbell, cuyas artes amatorias compartiría con el propio Sinatra y el mafioso Sam Giancana, creando un peligroso triángulo de poder gracias a la información que Judith recababa. La mujer quedó embarazada de Kennedy y Giancana le recomendó que abortara. También sirvió de intermediaria cuando Kennedy contrató a la mafia a través de Giancana para matar a Fidel Castro. Una mitología, en fin, digna del hombre que sobrevivió a sus más fuertes y jóvenes competidores, Elvis y The Beatles, llevando al primero al lado oscuro según muchos. Un mundo que ha vivido 10 años sin Sinatra, el capo del pop, tiende a volverse algo más políticamente correcto y definitivamente más aburrido...



1 comentario:

Anónimo dijo...

Dejando de lado a Frank (que no llegué a conocerlo cuando vino a cantar a mi país), quiero hacer una reflexión sobre el Sr. Aleister Crowley y su simbólo.

Seguramente nadie se puso a pensar esto, pero si analizamos el símbolo nazi, la esvástica, es un símbolo solar, que representa al astro en el centro y los cuatro brazos de la cruz son sus rayos. Normalmente se le atribuye la característica de sol a dios, o por lo menos a un dios bueno (por decirle así), benéfico si les gusta más esa palabra.

Y la 'V' representa los cuernos de Belcebú, Lucifer, el Diablo, el Demonio o como quieran llamarlo.

Por ende, la reconquista de Europa por los aliados, el día 'D', el desembarco de Normandía y todo eso señores, se hizo bajo uno de los simbolos del diablo.

Da que pensar, ¿cierto?